Fundación Instituto David Hume

Los invitamos a visitar la página de a Fundación Instituto David Hume www.ihume.org

martes, 15 de abril de 2014

Los usos de la escuela de Behavioural Economics

En las últimas semanas, desde nuestra página en Facebook y nuestra cuenta de Twitter, propusimos, sucesivamente, la lectura de tres publicaciones aparecidas en la web en torno a la disputa entre los postulados de la escuela que se conoce como “Behavioural Economics” y la noción de racionalidad corriente en las ciencias sociales.

En la primera de ellas, publicada por el destacado sitio Project Syndicate, Keith E. Stanovich distingue entre las nociones de inteligencia y racionalidad, comúnmente confundidas. El mencionado autor, en pocas palabras, busca explicar cómo muchas veces gente inteligente comete groseros desaciertos, considerados como “irracionales” por la referida escuela de Behavioural Economics: tomar decisiones que suponen una expectativa de vida superior a la media, considerar toda evidencia como una confirmación de las propias suposiciones, o tomar decisiones incoherentes en función del efecto de distintos marcos de referencia, por citar algunos ejemplos. Stanovich propone enfocar los esfuerzos en materia educativa en entrenar en el desarrollo de estrategias del razonamiento, en lugar concentrarse exclusivamente en aspectos propios de la inteligencia.

En el otro arco del espectro de opiniones sobre la materia, tenemos al economista Peter Leeson, quien, en una entrevista realizada por Ben Richmond para la publicación Motherboard, afirma que conductas que aparentemente no tendrían explicación racional alguna, o serían clasificadas dentro del pensamiento mágico, como ser los sacrificios humanos celebrados por las comunidades primitivas, contarían con su propia explicación racional. Para Leeson, partir de la caracterización de tales rituales como irracionales implicaría clausurar toda investigación ulterior. Lo interesante, para el referido autor, pasa por asumir que tales decisiones son racionales e inferir a partir de allí qué elemento faltante para nuestra cosmovisión le otorgaría racionalidad. El supuesto de que toda acción es racional -y su subsecuente explicación- permitirían formular hipótesis ad hoc que harían extender nuestro rango de conocimiento sobre la significación de tales prácticas sociales.


Finalmente, Tim Harford, para el Financial Times, hace un balance de la incidencia de la Behavioural Economics en las políticas públicas. En su lúcido artículo, Harford reconoce que dicha escuela ha sido la estrella en materia de políticas públicas de la última década, pero al mismo tiempo llama la atención sobre el actual repliegue de la misma. Su crítica estriba fundamentalmente en que el referido auge de tal visión en materia de políticas públicas no provino tanto de su capacidad para formular propuestas más racionales, o más eficientes, si no las menos impopulares. En resumidas cuentas, los aportes de la mencionada corriente no han influido tanto en la toma de decisiones más racionales por parte de los ciudadanos, si no en la elaboración de marcos de referencia que hagan más digeribles para el público determinadas decisiones políticas poco populares –es decir, generar, paradójicamente, una decisión irracional por parte del mismo a la hora de juzgar tales políticas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario